Nacen de la guitarra de mi boca,
de la boca del mundo,
de la bucólica boca,
los humos climáticos propios de aquellos países fértiles
–de esos que desaparecen en las postales–
y se crea, de pronto,
un racimo de nieve.
Nacen de la guitarra de mi boca,
de la boca del mundo,
de la bucólica boca,
los humos climáticos propios de aquellos países fértiles
–de esos que desaparecen en las postales–
y se crea, de pronto,
un racimo de nieve.
Yo he de ser más que un suspiro
más que una calle, una arboleda.
Coincidimos en que no soy una pedrada,
que parezco paja de un sombrero,
que también camino reptil y como todos
también muero de insomnio
y me sueño a las seis de la mañana
apagando una bombilla.
Entonces, ¿quién es el Yo de los zapatos negros?
quién Yo el de la capucha sin cabeza,
quién sin cuello o brazo o pierna,
quién se detiene aguarda y mira,
quién se pregunta:
¿qué soy Yo?
Y me detengo.